ACTIVIDAD EN INFANTIL


Algo que tiene en común el alumnado de la etapa de infantil es el miedo a la oscuridad, por eso propusimos unas sesiones en el aula para trabajarlo.
Empezamos leyendo un cuento que trata bastante bien el tema, titulado “El miedo del pasillo”.
En la casa de la protagonista hay un cuarto en un rincón, lleno de cachivaches donde se esconde el miedo del pasillo. Es un miedo muy oscuro y grande que le hace sufrir mucho. Todos los días debe enfrentarse a él, por ejemplo, cuando sus padres le mandan ir a lavarse los dientes al terminar la cena o cuando se queda sola en la cama después del beso de buenas noches. Es un miedo muy listo porque cuando algún adulto va a verla, desaparece por completo, se hace tan pequeño que no se puede ver, y cuando se marchan, vuelve a resurgir, cada vez más y más grande.


La pequeña aprende a enfrentarse al miedo haciendo cosas cotidianas como cantar o correr muy muy rápido para escapar de él. Incluso bailando, el miedo del pasillo desaparece. De tanto practicar, se convierte en campeona de danza y atletismo. Así que cuelga sus medallas de la puerta donde el miedo vive, para que no vuelva nunca más.

El miedo a la oscuridad es evolutivo. Suele empezar sobre los 3 años con el desarrollo de la imaginación. Los mayores tendemos a sobreproteger a los niños/as pero les hacemos flaco favor. Hay que dejar que todo fluya y evolucione de manera lógica.
Una estrategia que se puede utilizar es ayudarles a familiarizarse con la oscuridad mediante el juego.

Por eso planteamos una actividad muy divertida en la que ellos y ellas fabricarían una lámpara mágica anti-miedo.


¿Qué necesitamos?


*Bote de boca ancha. Nosotras utilizamos envases de plástico transparente.

*Palos de brocheta.

*Pinturas luminiscentes, nosotras usamos las de la marca @fotoluminiscente 


Primero agitamos bien la pintura antes de usarla.
Con un palo de brocheta vamos cogiendo pintura en pequeñas cantidades para que el resultado final quede lo mejor posible.
Si la usamos por la parte puntiaguda las manchas o puntos quedarán más pequeñas.
Podemos ir jugando con los colores y los tamaños de las manchas que vamos haciendo. La idea es llenar de puntitos todo el interior del tarro. Cuando se apagan las luces el resultado es impresionante. Parece que está lleno de luciérnagas. 






Funcionan exponiéndolas a la luz solar unos segundos para que se activen los pigmentos luminiscentes o bien usando una linterna de luz ultravioleta. 
Las dejamos en la ventana mientras esperábamos a que se secase la pintura con el fin de que además se cargasen con la luz, pero en Asturias el sol lleva tiempo sin aparecer, así que al final decidimos utilizar la linterna de luz negra para comprobar la magia de la luminiscencia.


Fue una experiencia genial que NOS ENCANTÓ.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Que guapo. Sois unos artistas. Me pido uno.